“El General en su Laberinto Páginas 262 y 263 “ 1.30 x 0.90 Mts. – 1.999
Fue ella quien cubrió de flores el camino y dirigió los cantos cuando el cura de la vecina aldea de Mamatoco apareció con el viático a la prima noche del miércoles. Lo precedía una doble fila de indias descalzas con balandranes de lienzo crudo y coronas de astromelias, que le alumbraban el camino con candiles de aceite y cantaban plegarias fúnebres en su lengua. Atravesaron el sendero que Fernanda iba tapizando con pétalos delante de ellos, y fue un instante tan estremecedor, que nadie se atrevió a detenerlos. El general se incorporó en la cama cuando los sintió entrar en la alcoba, se cubrió los ojos con el brazo para no encandilarse, y los hizo salir con un grito:
“Llévense esas luminarias, que esto parece una procesión de ánimas”.